En Chambas aún quedan más de 500 derrumbes totales sin resolver. Foto: Alejandro García Sánchez/Invasor

La construcción de viviendas en Ciego de Ávila vuelve a quedarse (muy) por debajo de sus planes del 2022, aun cuando casi se duplicaron las levantadas, respecto al año anterior.

El 2022 cerró con 946 viviendas terminadas y la cifra volvió a quedarse por debajo de lo previsto en un 54.5%, ilustrando, de paso, una “secuencia” de incumplimientos que data desde el 2021, cuando esta provincia, apenas, levantó 560 casas y quedó al 35.2% de sus planes. Muy distante de las 1300 que construimos en 2020.

Entonces, en el diario Invasor  le exprimimos hasta los decimales a la cifra de 2021, intentando contabilizar cada esfuerzo y obra en pie, afectada por el déficit de recursos que tendrían implicaciones a largo plazo. “Lo peor está por venir. El inicio y desarrollo es crítico, se nos va a acabar la secuencia constructiva”, vaticinaba a mediados de 2021 Leiter Méndez Valdivia, subdirector general de la Dirección Provincial de la Vivienda (DPV).

Y no se equivocó: en el 2022 casi no se iniciaron nuevas viviendas, “nos dedicamos a terminar las empezadas con lo poquito que iba entrando”, sostiene ahora.

Eso, según confirmara antes Ernesto Herrera Pérez, subdirector técnico de la DPV, sería poco más de 700 viviendas, las que estaban en terminación a finales de 2021.

Por lo que, si lo concluido en el 2022 fue 946, ciertamente, poco se levantó desde cero y lo más preocupante es que “volvemos a estar críticos en la secuencia, aun cuando ya se habla de unas 1400 viviendas en el plan de 2023”, dice Leiter.

No obstante, a favor tienen que la situación energética actual dista mucho de los niveles de afectación pasados que limitaron, sobre todo, la producción de áridos. De acuerdo con Méndez Valdivia ese fue uno de los mayores tropiezos. “O no había áridos porque el molino estaba parado por corriente, o no había combustible para transportarlo, o no había explosivos para explotar la cantera”. Serían una serie de acontecimientos que incluyeron la producción de acero y la entrada de cemento.

“No entraban, por ejemplo, el P250 y el P350, que tienen resistencia y pueden ser usados en la fundición, y a cambio entró un poco más del PZ, que se usa en levante y repello, pero al no tener el otro, pues no podíamos iniciar. Eso nos golpeó mucho”, reitera el directivo.

Aun así, fue un año donde se hicieron 283 viviendas por la vía estatal, lo que representó el 44% de ese propósito; 196 subsidios, para un 26% de ejecución; y 467 por esfuerzo propio, que elevó el sobrecumplimiento de ese acápite al 134%.

Esas disparidades, por municipios, también denotan otras realidades. En Morón, por ejemplo, se levantó el 41 por ciento de las viviendas estatales del territorio; mientras que los subsidios tuvieron su máxima expresión en Chambas con, apenas, 39 moradas. El esfuerzo propio, sin embargo, mostró mayor presencia en la ciudad cabecera, donde se ejecutó el 31 por ciento.

Más allá de las diferencias “lógicas” ―atendiendo a necesidades, recursos y al poder real de las fuerzas constructoras―, la mayor deuda sigue estando con los derrumbes totales que dejó el huracán Irma en el 2017. Cinco años después, de los 4231 derrumbes totales, todavía quedan sin techo unas 900 familias (un 20 por ciento de los damnificados). Más de 500 en Chambas y más de 300 en Bolivia.

Hacia ahí se enfilan los planes futuros, a sabiendas de que ahora, con atrasos en la secuencia constructiva, lucen más improbables, a menos que aumente la entrega de recursos. Pero eso, todavía, no está en los planes.

Hasta hoy lo único cierto es que las afectaciones impactaron a escala nacional, agravadas por el huracán Ian. Tanto así que, a mediados de diciembre, las previsiones nacionales indicaron un 58% de cumplimiento en el plan de construcción de viviendas en el país. Y desde julio ya Ciego de Ávila aparecía junto a otras seis provincias dentro de las incumplidoras.

(Tomado de Invasor)

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