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Los Cuenteros celebraron este sábado 53 años. Foto: Cortesía de la entrevistadaLos niños le inspiran los más divertidos espectáculos. Así concibe ingeniosos personajes, con fino gracejo criollo, ocurrentes parodias y mucha música. Mantiene y hace florecer el arte de contar historias con títeres de guante. Esa es la felicidad de Malawy Capote González, directora y actriz de Los Cuenteros, la compañía teatral que este sábado cumplió 53 años.

Durante más de cinco décadas han deleitado al público infantil (y a los adultos) con obras tan simpáticas y logradas como El canto de la cigarra, Romelio y Juliana, La Guarandinga de Arroyo Blanco, Arroz con maíz, Las noches del cafetal, ¿Cómo cazar un güije?, Aventuras en pueblo chiflado, Cyrano y la madre de agua, Fantasía

Y cuenta Malawy que justo por estos días anda imbuida en otra aventura, a partir de la popular historia de la cucarachita Martina y el ratoncito Pérez.

En el proceso creativo perfilan detalles. Actores y títeres bailarán juntos coreografías de chachachá y mambo. Y ya prevén la risa del público, cuando uno de los pretendientes llegue ante Martina, se presente como líder del grupo sonero El gato con notas, y ella exclame “¡Oh my gat!”

Siempre el humor distingue a estos cuenteros de San Antonio de los Baños, en la provincia Artemisa, y de cada sitio de Cuba donde ha arribado su arte. Por eso cuando la cucarachita le prepara la sopa a Pérez, añadirá una cebolla, otra, una más y, cuando él pregunte de qué es el caldo, ella responderá con cierto suspense… “¡De Col!”

No importa que estas sean historias de antaño. Porque las obras infantiles son para siempre. Y porque ellos las rejuvenecen. Cada nueva generación volverá a reír y aprender con esos cuentos. Tal vez por eso Malawy Capote disfruta tanto su trabajo.

Los Cuenteros. Foto: Cortesía de la entrevistada

Laureada con la Distinción por la Cultura Nacional y el sello 60 aniversario de la Uneac, entre otros reconocimientos, lidera un grupo que ha cosechado premios de la Unión Internacional de la Marioneta (UNIMA), los Villanueva y Caricato, así como en los festivales nacionales de teatro.

Ser hija de dos personas tan comprometidas con la cultura como Julio Capote y Graciela González, le indicó el camino.

“Crecí entre telones y estudios del ICRT, viendo teatro de títeres. Eso me despertó la pasión. Creo que nací con la semilla dentro; ellos, con su dedicación y respeto, hicieron que germinara. Y un buen día decidí que ese sendero sería el mío también.

“De niña me enseñaron el amor por la lectura. Comencé a conocer el mundo del arte. Mi papá me daba clases de ballet en casa. Iba a cada estreno de Los Cuenteros. Hasta hice programas de TV con la compañía de mimos de la que él era el director: recuerdo Caritas y Variedades Infantiles.

“Era imposible ignorar tanta cultura. Cuanto he logrado en el teatro y como ser humano, en sentimientos, valores, compromiso… lo debo a ellos. Solo puedo agradecerles”.

Igual un día el director Félix Dardo enfermó, y dejó la agrupación en sus manos.

“A cada uno de nosotros le pasó lo mismo: sentí que todo terminaba. Nuestro director por más de 40 años de trabajo, quien había dado al grupo un sello de identidad dentro del movimiento teatral cubano, quien le otorgó una poética campesina indiscutible, ya no estaba.

“Fue muy triste y difícil. La vida te pone a prueba cuando menos lo imaginas. Sin embargo, aprendí a salir adelante. Debíamos defender ese hermoso legado. Entonces, los actores y Blanca Felipe, asesora teatral de la compañía, me dijeron ‘te toca, por historia, por trayectoria y por ser la hermana mayor de Los Cuenteros’.

“Si digo que no me sentí presionada estaría mintiendo, pero a la vez fue una motivación inmensa: presión por enfrentarme a la tarea de seguir adelante con la gran historia de este grupo, por mantenerlo en el lugar que Dardo logró ponerlo, y una gran motivación al ver cómo todos confiaban en mí. No los podía defraudar.

“Y aquí estoy muy feliz. Me siento como la madre de todos, no por años sino por compromiso con el teatro.

“Además, hoy en la escena cubana se habla más del teatro de títeres. Las personas van a los teatros a ver estos espectáculos. Hay escuelas para formar actores titiriteros. No obstante, aún no se le da la importancia que tiene.

“Muchos piensan que es un arte de muñequitos; en realidad es lo contrario. Desde el teatro de figuras podemos tratar cualquier tema: el amor, la sexualidad, la muerte y las relaciones personales con todas sus problemáticas.

“Aportamos a la formación de valores, gustos estéticos, conocimientos de las distintas artes y, de una manera hermosa, contribuimos con el desarrollo de los niños. Hay que imponerse, trabajar y mostrar nuestra valía. La mejor forma de decir es hacer”.

Sentir el cariño y agradecimiento de esos a quienes has dedicado tu vida, es lo más grande. Foto: Cortesía de la entrevistada

Esa máxima la aplican muy bien Los Cuenteros. Desde su fundación, hacen trabajo comunitario. En los ’70 ya acudían no solo a los teatros, sino también a escuelas, parques y sitios vulnerables, a lugares de difícil acceso como la Sierra Maestra y la Ciénaga de Zapata.

“Apenas estamos regresando con más fuerza a ese trabajo, al no tener una sede disponible. Nos reinventamos, con presentaciones en parques y escenas de impronta en la calle, mientras Asprocon nos termina el local definitivo.

“Hay una generación de niños que no nos vio, debido a la pandemia y las circunstancias actuales. Por eso, llevamos un aula de una escuela, cada miércoles, a este pequeño espacio donde estamos, a disfrutar de un espectáculo.

“Los tenemos para cualquier espacio. Pero va en contra de los espectáculos de gran formato, esos que nos caracterizan, de una dramaturgia espectacular, de muchos títeres y mucha música, luces, aforo y especificidades técnicas, con los cuales hemos obtenido numerosos premios.

“Entretanto, nos presentamos con El Conejito Blas, el Lucasnómetro titiritero y Comino y Pimienta vencen al diablo. Saltamos el obstáculo y continuamos trabajando”.

Mantener la línea del retablo tradicional requiere textos con el gracejo criollo tan propio de Los Cuenteros y que no sean ajenos a los niños de hoy.

Martina aparece en escena al compás de la zarzuela Cecilia Valdés, mientras un actor lo hace en medio de la melodía de El fantasma de la ópera. El conejo que la pretende la abruma con seguidillas, y una gata provoca un malentendido jocoso al pregonar sus antiquísimos polvos de cascarilla.

“Para suerte nuestra, no solo disponemos de la obra de los consagrados, sino también contamos con muchos dramaturgos  jóvenes interesados en escribir teatro de títeres. Pero es cierto, a veces resulta difícil encontrar el texto, sobre todo que represente la poética de la compañía.

“¿Qué hacemos? Leer hasta que aparezca uno con el cual nos identifiquemos, y llevarlo a nuestra estética en un proceso de creación colectiva: el director guía y todos aportan, porque los actores deben sentirse bien con lo que hacen.

“Por supuesto, queremos divertir al público y hacerlo pensar: cada obra lleva una enseñanza, desde una perspectiva infantil. Usamos el humor, la música y otros recursos titiriteros, para que al niño se le haga atractiva la propuesta y se identifique con ella”.

Los Cuenteros. Foto: Cortesía de la entrevistada

Algunos admiradores de su obra consideran a Malawy una niña grande con muchos cuentos.

“Me llevo muy bien con los niños. Me siento parte de ellos. Tal vez me ven como una más, y por eso se identifican conmigo. Me quieren besar y saludar; eso es muy gratificante. Por ellos me levanto cada día a trabajar.

“A veces estoy en lugares, llegan y los escucho decir ‘mira a Malawy’. Entonces voy, los saludo, comparto su juego o su conversación… y cuando me vuelven a ver ya soy su amiguita. Creo que es un don. Sentir el cariño y agradecimiento de esos a quienes has dedicado tu vida, es lo más grande”.

 En sus obras destaca el gracejo criollo, la música cubana y la temática campestre. Foto: Cortesía de la entrevistada

Los Cuenteros. Foto: Cortesía de la entrevistada

Vanguardias nacionales durante 20 años. Foto: Cortesía de la entrevistada

Los Cuenteros. Foto: Cortesía de la entrevistada