Todo está en contra del planeta pero, frente a eso, no cabe la resignación. Ilustración: Bloghemia.

Mis alumnos corroborarán lo difícil que es llegar a las esencias de la naturaleza, la sociedad, el pensamiento humano y la red de interrelaciones que se suceden entre ellos. Solo el Marxismo-Leninismo, como ciencia, filosofía y teoría, con su método científico fundamental: el “materialismo dialéctico”, puede ofrecer certeras respuestas a las complejidades de la vida física, natural, cultural y sus reflejos en el pensamiento y conducta humanas.

Ninguna otra ciencia o conjunto de ellas es más abarcadora y precisa para el estudio riguroso, general y básico (en el sentido de cimiento y no de elemental) de las problemáticas del pensar, la sociedad, la naturaleza y sus interrelaciones. Y no hablo desde mi militancia política e ideológica (que no está ausente), sino desde mi formación y convicción científicas.

Demostración de ello es el artículo de Frei Betto, un probado hombre de fe, que entendió, al igual que sus cófrades de la Teología de la Liberación, la valía del Marxismo, y que este, precisamente por ser dialéctico, no riñe con su concepción cristiana de la vida, del mundo y del alma.

El artículo “¿Salvará el capitalismo a la humanidad?” contiene algunas tesis de la teoría marxista-leninista brillantemente expuestas como recurso de análisis, que permiten al lector llegar a las esencias del enfermo, enfermizo y pandémico sistema del Capital.

¿Qué sistema “bueno y sano” puede darse el lujo de, en un mismo año (2021), exhibir la espeluznante cifra de más de cinco millones de muertos por COVID-19  (1.8 millones de muertos en 2020) y 246 millones de contagios por esa misma enfermedad y, en la misma vitrina anual mostrar inmoralmente que, “… en pleno auge de la pandemia, la fortuna de las 500 personas más ricas del mundo creció en más de un billón de dólares... 8.4 billones de dólares… superior al PIB de cualquier país del mundo, salvo Estados Unidos y China”?

Si hacemos una operación aritmética comparativa y ubicamos las cifras de muertos y las cifras de ingresos, llegaremos fácilmente a la nauseabunda conclusión de que, mientras una familia y amistades lamentaron la pérdida de un ser querido por COVID-19, por otro lado, unos pocos privilegiados, celebraban el ingreso de 1.68 millones de dólares a sus arcas.

En el 2021 hubo un incremento, con respecto al 2020, de 3.2 millones de muertes y a la vez, los súper ricos ingresaron a sus cofres 312 500 millones de dólares, si lo equiparamos a cada pérdida humana. Es brutal la desigualdad social de este enfermo, enfermizo y pandémico sistema.

El análisis filosófico de Betto, parte de la concepción materialista de la Historia, donde el papel de las circunstancias históricas (lo ocurrido en el mundo en el 2021) y de la base económica (real y especulativa en manos de estos y otros poderosos) determinan el curso de la vida humana y del planeta (medio ambiente), que dicho sea, de no frenarse su desvarío o que se alinee a un sistema alternativo (socialismo u otro nombre), el capitalismo conducirá a la especie humana y a otros seres vivos a su autodestrucción.

El análisis económico revela la vigencia de la Teoría de la Plusvalía (la acumulación de cada vez mayores riquezas en pocas manos) y su distorsión especulativa (no siempre fruto del trabajo o la producción real)

, para explicar el fenómeno escalofriante del enriquecimiento exponencial de unos pocos frente a la depauperación abismal de los muchos y el autoaniquilamiento del propio sistema capitalista, otrora ingenuo, porque se basaba en la competencia y hoy en un sistema draconiano, en el que la dictadura tiránica de una plutocracia avasalla a otros “capitalistas”, arruina a quienes un día lo fueron y aplasta a toda una humanidad capitalista, con pocas excepciones rebeldes y disidentes de la órbita de esa dictadura.

Es increíblemente contradictorio (ya analizado por Marx) que un sistema que es capaz de producir tantos bienes materiales, hasta el punto de desecharlos a los pocos meses de salidos al mercado, supuestamente por “obsoletos o caducos”, presente cifras de deterioro social nunca vistas en otras épocas humanas:

“De los 7.9 mil millones de personas que habitan este planeta devastado por el capital, 857 millones padecen hambre (de los cuales 24 000 mueren cada día); 780 millones sobreviven en la miseria (con ingresos de apenas 320 reales al mes); 785 millones no tienen acceso a agua potable y más de 3 000 millones viven en la pobreza (con ingresos mensuales de 938 reales como máximo)”.

Si como dice Silvio Rodríguez, fuéramos “un tilín mejores y mucho menos egoístas”, la mitad de las fortunas de estas 500 familias (4.2 billones de dólares) sería suficiente dinero para haber vacunado gratis al mundo entero con tres dosis y una más de refuerzo, habría desaparecido el hambre, la miseria, la pobreza y la falta de acceso al agua potable; incluso hasta el analfabetismo mundial.

Fíjense si es asombrosamente posible que, al encabezar el Consejo de Seguridad de la ONU en Nueva York, el 9 de noviembre de 2021 el presidente Andrés Manuel López Obrador alertó sobre la prevalencia de varios fenómenos como la corrupción, la desigualdad, la pobreza, la violencia y la migración descontrolada, ilegal e inhumana.

Con el propósito de contribuir en la solución de estos conflictos sociales, el mandatario propuso implementar un Plan Mundial de Fraternidad y Bienestar, para garantizar el derecho a una vida digna a 750 millones de personas que viven en condiciones de pobreza en todo el mundo.

Los fondos provendrían de al menos tres fuentes: el cobro a las mil personas más ricas del planeta de una contribución voluntaria anual del 4% de sus fortunas; una aportación similar por parte de las mil corporaciones privadas más importantes por su valor en el mercado mundial y, en tercer lugar, de una cooperación del 0.2% del PIB de cada uno de los países integrantes del Grupo de los 20. “De cumplirse esta meta de ingresos, el fondo podría disponer anualmente de alrededor de un billón de dólares”, apuntó.

¿Y por qué esas diez personas poseen fortunas tan fantásticas?, pregunta el fraile dominico y ofrece una respuesta histórico- materialista:

“Porque vivimos en el sistema capitalista, que instauró la naturalización de la desigualdad social, la convicción de que la naturaleza existe para ser explotada, la creencia en que todos son libres para ascender de la pobreza a la riqueza (la meritocracia), el poder de dictar leyes y monitorear gobernantes y, como explica Max Weber, el precepto de que poseer una fortuna es señal de la bendición de Dios...”

Esta explicación tiene sus raíces en lo que el Marxismo hace casi 150 años denominó, como enajenación capitalista

y que, después el propio Marx en una obra empolvada por el diversionismo ideológico, el macartismo burgués y también por la pereza intelectual de cierta izquierda revolucionaria, dejó sentada la razón histórica e ideológica de fenómenos como esos:

“Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época, o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente”.

Esto explica, por sí solo y en sobremanera, las razones que expone como respuestas a la interrogante problémica anteriormente expuesta.

El último análisis marxista queda con la inteligente invitación a que extraigamos nuestras propias conclusiones sobre si aceptaremos o no este brutal sistema que se hunde y nos hunde en su abismo, o si nos rebelamos (lucha de clases, revolución social, toma del poder político del “pobretariado”) y construimos un sistema más justo, humano, solidario y que base su prosperidad en sostenible armonía con el medio ambiente.

Por favor, leamos el artículo y sembremos conciencia. Como nos enseñó el Marxismo-Leninismo, de lo que se trata no es de contemplar ni contentarnos con interpretar el mundo, de lo que se trata es de transformarlo.