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La rosa de Jericó es, sin duda, una planta llamativa y peculiar. De venta común en herbolarios y mercados medievales, a esta planta se le atribuyen todo tipo de propiedades de tipo místico, mágico y sacro. Algunas de las supersticiones que rodean a esta curiosa planta son absorber las energías negativas, atraer la buena fortuna, bendecir hogares e incluso proteger a sus habitantes de los malos espíritus. Y la mayor parte de esas propiedades se le atribuyen debido a una extraordinaria capacidad: la de resucitar. Volver a la vida. Pero empecemos por el principio.

¿Cuál es la “rosa de Jericó”?

De entrada existe una confusión bastante común 

entre dos plantas muy 

distintas

, ambas con el mismo nombre, que no tienen nada que ver la una con la otra; salvo que ambas carecen de propiedades terapéuticas y, a pesar de lo que indica su nombre vulgar, ni son rosas —ni siquiera pertenecen a la familia de las rosáceas—, ni crecen en la ciudad de Jericó.

Por un lado, está 

Selaginella lepidophylla

, una especie de licófito, emparentado con los helechos. Esta es la especie más común que se encuentra en los mercados medievales, lo que no deja de ser irónico, pues es 

nativa del desierto de Chihuahua

, México, y en la Edad Media no existía en Europa. Morfológicamente, tiene ramificaciones que se bifurcan hacia el extremo, aplanadas, y cubiertas de unas hojas diminutas en forma de escamas.

Por otro lado, y mucho más cerca de Jericó, está Anastatica hierochuntica, una planta de la familia de las crucíferas —de la misma familia que el rábano, la rúcula, la col o la mostaza— nativa de los desiertos de Arabia y Sahara, y de las inmediaciones del mar Rojo. Se trata de una planta con las hojas más grandes, de aspecto ovalado, y mucho más rara de encontrar en mercados o tiendas.

Como se ha mencionado, la creencia popular atribuye a las rosas de Jericó —tanto al licófito como a la crucífera— la capacidad de resucitar, volver a la vida, pero no es una resurrección real. Para resucitar es necesario, antes, que el organismo esté muerto. Y cuando estas plantas mueren no vuelven a vivir.

La criptobiosis

Hay dos características que comparten ambas especies. Una es el hábitat: ambas son especies de desierto. Y la segunda es la capacidad de 

anhidrobiosis

, es decir, la capacidad de sobrevivir a la desecación. Y es que, en realidad, lo que la gente percibe como muerte es ese estado de anhidrobiosis.

La anhidrobiosis es un tipo de criptobiosis, que es como se denominan a determinados estados que pueden tener algunos seres vivos, durante los cuales se detiene toda actividad metabólica y se mantiene en latencia, hasta que las condiciones sean favorables. Aparte de la anhidrobiosis, que sucede para sobrevivir a la sequía, otros tipos de criptobiosis son la osmobiosis, para protegerse de un estrés osmótico causado por un exceso de salinidad en el ambiente, o la criobiosis, o supervivencia a la congelación.

Supervivencia ante la desecación

La planta, cuando no hay agua en el ambiente, se deshidrata, perdiendo hasta el 95 % del agua. Al hacerlo, las sales minerales de la planta quedan muy concentradas —no se evaporan— y pueden dañar los tejidos. Para evitarlo, la planta sintetiza enormes cantidades de 

trehalosa

, un disacárido formado por la unión de dos moléculas de glucosa. Este azúcar forma con el agua restante una especie de jarabe denso que protege a los tejidos de las sales minerales.

Recordemos que este proceso sucede en plantas que están extraordinariamente separadas, en términos evolutivos, lo que parece indicar que distintos grupos de plantas adquirieron el mismo tipo de adaptación como solución a un mismo problema; un ejemplo de convergencia evolutiva. Aunque en el caso de S. lepidophylla, también se ha mostrado que emplea polioles, como el sorbitol o el xilitol, para formar esa especie de jarabe protector.

En el proceso de anhidrobiosis, la clorofila y otros pigmentos se degradan; sumado a la desecación, hace que la planta adquiera un aspecto marrón, seco y quebradizo; se repliega sobre sí misma y da el aspecto de una pelota frágil, que rueda por el desierto movida por el viento.

Pero todo vuelve a la normalidad cuando la planta es expuesta al agua. Al entrar en contacto con la humedad, la planta se rehidrata. La trehalosa almacenada sirve entonces como primer recurso nutritivo, mientras se vuelven a desplegar las hojas y se vuelve a formar la clorofila, a tiempo para volver a realizar la función de la fotosíntesis, siempre que haya agua suficiente.

Referencias:

Adams, R. P. et al. 1990. Comparison of free sugars in growing and desiccated plants of Selaginella lepidophylla. Biochemical Systematics and Ecology, 18(2), 107-110. DOI: 10.1016/0305-1978(90)90044-G

Crowe, J. H. et al. 1992. Anhydrobiosis. Annual Review of Physiology, 54, 579-599. DOI: 10.1146/annurev.ph.54.030192.003051

HEGAZY, A. K. et al. 2006. Anatomical Significance of the Hygrochastic Movement in Anastatica hierochuntica. Annals of Botany, 97(1), 47-55. DOI: 10.1093/aob/mcj011

Pampurova, S. et al. 2014. The desiccation tolerant secrets of Selaginella lepidophylla: What we have learned so far? Plant Physiology and Biochemistry, 80, 285-290. DOI: 10.1016/j.plaphy.2014.04.015

Wickens, G. E. 1998. Ecophysiology of Economic Plants in Arid and Semi-Arid Lands. Springer Science & Business Media.

(Tomado de Muy Interesante)