El doctor Francisco Durán García junto al Comandante en Jefe el 13 de agosto de 2000. Foto: Juventud Rebelde.

No cabe duda que desde el año 2020 uno de los científicos más populares de Cuba es el Dr. Francisco Durán García, Director Nacional de Epidemiología del Ministerio de Salud Pública. La llegada de la pandemia de la COVID-19, quiso que este profesional, de tantos años de experiencia saliera del anonimato para los ciudadanos comunes. No se lo propuso, ni lo hubiese deseado por el costo en vidas que ha provocado la enfermedad, pero es así.

Nació en la Ciudad Héroe el 4 de junio de 1952. Creció en un hogar humilde y revolucionario conformado por su padre Francisco Durán Castillo, también médico de profesión en la especialidad de siquiatría y Rosa García Lavandero estomatóloga.

Los sucesos del Moncada

Cuando apenas contaba con un año de edad, su ciudad natal se estremeció por el asalto al cuartel Moncada el 26 de julio de 1953. Ante el fracaso militar de la acción, la mayoría del pueblo santiaguero se solidarizó con los jóvenes de la Generación del Centenario. El apoyo fue espontáneo y de diferentes formas; ofreciendo resguardo, ropas, alimentos, transporte, encubrimiento o atención médica.

La actitud del pueblo evidenció su rechazo a la dictadura de Fulgencio Batista y a los grandes males que pululaban en la sociedad de la época. Reflejaba sus ansias de libertad y cambios, gracia a este apoyo muchos revolucionarios salvaron la vida y continuaron posteriormente la lucha.

Fidel en el alegato de autodefensa reconocía la labor del pueblo oriental:

“Se ha repetido con mucho énfasis por el gobierno que el pueblo no secundó el movimiento. Nunca había oído una afirmación tan ingenua y, al propio tiempo, tan llena de mala fe. Pretenden evidenciar con ello la sumisión y cobardía del pueblo; poco falta para que digan que respalda a la dictadura, y no saben cuánto ofenden con ello a los bravos orientales.”

Pero… ¿Qué relación puede guardar nuestro insigne galeno con aquellos sucesos?

La valiente actitud del personal de la salud

El asaltante José Ponce Díaz, a la izquierda y el Dr. Francisco Durán Castillo en 1988. Foto tomada del libro: Después del asalto al muro.

Al denunciar Fidel en La historia me absolverá la barbarie y las torturas del ejército manifestó:

“No respetaron ni siquiera a los heridos en el combate que estaban recluidos en distintos hospitales de la ciudad, adonde los fueron a buscar como buitres que siguen la presa. (…) No pudieron hacer lo mismo en la Colonia Española, donde estaban recluidos los compañeros Gustavo Arcos [Bergnes] y José Ponce [Díaz], porque se los impidió valientemente el doctor Posada diciéndoles que tendrían que pasar sobre su cadáver.”

Pues resulta que el médico de guardia en la Colonia Española el día de los hechos era el Dr. Francisco Durán Castillo, padre del médico que hoy es el rostro más visible del enfrentamiento a la pandemia.

“Me encontraba ocasionalmente de médico de guardia en la antigua Colonia Española. (…) Me encontraba acostado cuando fui llamado con urgencia por el enfermero que trabajaba en el turno nocturno.

Cuando salimos ya estaban llegando los heridos. Entre ellos había un joven blanco, vestido con uniforme de la Guardia Rural. (…) al acercarme para examinarlo me dijo muy bajito, que era de Artemisa y preguntó por el doctor Durán, el cual casualmente era yo mismo.”[1],[2]

Para salvar la vida del combatiente, el médico le indicó que no hablara más e inmediatamente lo ubicó en un cuarto del pabellón Sagrado Corazón, cerca de donde radicaba, para garantizar su protección. Seguidamente llamó al domicilio del director de la Colonia Española, el Dr. colombiano Alejandro Posada Recio al que actualizó de la situación y requirió su presencia. En el tránsito desde su casa hasta el hospital el galeno recogió al también asaltante Gustavo Arcos Bergnes.

Después de garantizar la atención médica de los militares del ejército y los revolucionarios, Posada junto a los trabajadores del centro impidieron que los soldados, por órdenes del coronel Alberto del Río Chaviano se llevaran a los asaltantes. Con esta viril actitud salvaron la vida de estos jóvenes. Así lo recordó Durán Castillo.

“El doctor Posada era un médico de mucho prestigio, respetado y querido por todos, y logramos un consenso de criterio entre los médicos, enfermeras, Hermanas de la Caridad –monjas que administraban el sanatorio- y los trabajadores, para impedir que se llevaran y asesinaran a los dos heridos.

Como a las nueve de la mañana del 26 de julio, llegó un grupo de militares en un jeep para llevarse a los heridos, a los que el doctor Posada les manifestó que para ello había que pasar sobre su cadáver. Aquella actitud frenó a los esbirros y no se los pudieron llevar (…)”

Para garantizar que los familiares en Artemisa de José Ponce Díaz conocieran que seguía con vida Francisco Durán les envió un telegrama. Al día siguiente ya se encontraba en Santiago de Cuba Ramón Cantalicio Valdés –padre de Ramiro Valdés y suegro de Ponce- quien realizó muchas gestiones para salvar la vida de los muchachos.

[1] Beltrán Calunga, Ángel Luis; Después del asalto al muro: Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2007, p. 217.

[2] La referencia del asaltante sobre el Dr. Durán se debe a su vínculo con el revolucionario Eduardo García Lavandero, también artemiseño y cuñado del galeno.

Continuó en la lucha

Su modesta pero importante participación en los sucesos del 26 de julio de 1953, así como la sangrienta represión desatada en la ciudad por la dictadura impactó profundamente en este joven profesional de la salud, que ya desde su etapa estudiantil había manifestado sus inquietudes revolucionarias.

Se vinculó al M-26-7 y participó en los preparativos del alzamiento del 30 de noviembre de 1956 organizado por Frank País García. Colaboró en la compra y venta de bonos del movimiento para recaudar fondos y fue detenido en varias ocasiones por su labor revolucionaria. Debido a su accionar era cada vez más vigilado por los cuerpos represivos, y gracias a informantes de las fuerzas armadas conoció que estas tenían órdenes de asesinarlo, por lo que decidió exiliarse con su familia en Miami.

La familia regresó a Cuba a los pocos días al conocer que la dictadura asesinó al revolucionario Eduardo García Lavandero, hermano de Rosa. No obstante, la pareja de galenos continuó colaborando con la Revolución; ella confeccionaba brazaletes del Movimiento 26 de Julio y él atendió a muchos heridos, entre ellos a Braulio Curuneaux quien posteriormente cayera en la batalla de Guisa en noviembre de 1958.

Después de 1959 se mantuvo al lado de la Revolución. Fue el primer director de la Colonia Española en su nueva etapa, así como del Centro Gallego y posteriormente jefe de los servicios de Psiquiatría en el hospital Comandante Gustavo Machín en Songo-La Maya. Se incorporó al Partido Comunista de Cuba en 1972.

Al rememorar la influencia de sus padres en su formación el hoy Director Nacional de Epidemiología expresó:

“(…) él fue combatiente del Movimiento y mi madre, luchadora clandestina. Compartían sus vivencias conmigo y con mi hermana y así crecimos en un hogar de fuertes convicciones revolucionarias, en el que también se hablaba del tío Eduardo García Lavandero, quien fuera acribillado por los esbirros (…)”.[1]

Así, la herencia de esta humilde familia santiaguera, al igual que muchas otras llegan hasta nuestros días. Porque como diría Martí: (…) se siente una profunda ternura por los hombres que sirven con entusiasmo a la patria.[2]

[1] Entrevista concedida al periódico Juventud Rebelde, 19 de abril de 2020.

[2] Martí, José; Obras Completas, Editorial de Ciencias Sociales, Tomo 2, La Habana, 1991, p.237.