Messi celebra con lso hinchas argentinos en el estadio Lusail el pase de Argentina a la final de Catar 2022. Foto: Reuters.

Desde la primera línea voy a dejar claro que no sigo el fútbol con la pasión de muchos colegas y amigos. Tampoco soy barcelonista ni madridista. Admiro ese deporte por el arte y los sentimientos que levanta a niveles increíbles. De los jugadores prefiero a Lionel Messi no por ser el número uno del mundo (que lo es), sino porque soy Maradoniano y nadie se acerca más que él a ese Dios.

Me atreví a decir en un postgrado de Periodismo Deportivo en Mar del Plata 15 días antes del Mundial que la final podía ser Francia-Argentina. Y parece que andaba claro en las predicciones ese mediodía. Sin embargo, de nada de eso quiero escribir hoy, sino de dos gestos o goles que pocos ven o quizás pasen desapercibidos entre tanta magia de Argentina y de Messi en este Mundial de Catar.

El primero se refiere a la tanda de penales contra Holanda (Países Bajos). Luego del último gol que le daría el pase a semifinales, todos los jugadores se fueron a celebrar y en esa corrida hacia el festejo, Messi tomó otra dirección. Fue justo hacia donde estaba el portero Dibu Martínez y se agachó a su lado, lo abrazó y hasta que se levantaron juntos no se desprendió del lugar.

Era el capitán rindiendo honores a uno de los artífices de ese encuentro. Era la grandeza compartida con sencillez y oportunidad. Era el préstamo de felicidad del 10 al 1. Y viceversa.

Uno había anotado dos goles. El otro los había detenido.

Cuando el resto del equipo se dio cuenta de dónde estaba Messi aplaudieron y corrieron hacia su líder. Solo varias fotos y las imágenes filtradas dan cuenta de

ese gol que no va a los libros sino al corazón, a la inspiración de un equipo.

El segundo gesto fue tras el gol que fabricó con diabluras desde casi el medio de la cancha y que puso en los pies de Julián Álvarez para el 3-0 definitivo contra Croacia.

Recordé aquella crónica genial:

Messi es un perro

, del periodista Hernán Casciari. No levantó nunca la vista del balón, nunca, nunca

, pero supo adonde pasarla en el justo segundo que todos pensaban que completaría él su maravilla de jugada.

Si buscan el video, casi simultáneo a la definición de Julián Álvarez, el capitán argentino ya corría con las manos en cruz de victoria hacia detrás de la portería rival. Lo había construido, soñado y compartido ante los ojos del mundo entero. Pero no quiso robarse más méritos que ese. Pocas veces en el fútbol se tiene ese don: ser protagonista también sin dar un gol, solo con dibujarlo. Maradona lo hizo con Valdano en 1986. Messi ahora con Julián en el 2022.

Les dije que no escribo de fútbol con la pasión de muchos colegas y amigos. Pero esta lámpara que frota Messi en la cancha obliga al menos a contarla. Son los goles que no se ven, pero quedarán en la memoria de los argentinos, de muchos latinoamericanos y, por qué no, de los que en Cuba nos sentimos identificados con esa camiseta albiceleste.